Como ya os adelantamos, aquí traemos esta entrada sobre los MITOS relacionados con la psicología y la terapia psicológica. Seguramente habréis escuchado muchos de ellos o incluso creeréis que alguna de esta información es cierta, pero… ¡no es así!
Sabemos que para tomar una decisión es siempre importante estar bien informado, por ello queremos poder compartir con vosotros no sólo estos mitos sino por qué no son ciertos, para que podáis tener una visión más objetiva sobre la terapia psicológica y que dichas ideas no impidan que podáis acudir al psicólogo si realmente lo necesitáis.
Lo que conocemos popularmente como “locura” tiene que ver con los trastornos mentales graves como la psicosis o el trastorno bipolar. Aunque es cierto que estas personas acuden a terapia, la mayoría de las personas que acuden al psicólogo lo hacen por problemas mucho más generalizados en la sociedad, más leves, que todos hemos podido experimentar a lo largo de nuestra vida como son el estrés, problemas laborales, familiares, de pareja, baja autoestima…
Al contrario de lo que se suele pensar, ir al psicólogo es una muestra de valentía, pues no todas las personas son capaces de reconocer que tienen un problema y que necesitan ayuda, pedirla y trabajar sobre dichos problemas para poder afrontarlos y resolverlos.
Uno de los mitos más extendidos es que los psicólogos cobran por escuchar los problemas de las personas. Si bien durante las sesiones existe un intercambio verbal de información, el trabajo de un psicólogo va mucho más allá de la escucha. El psicólogo evalúa, valora y devuelve la información desde un punto de vista profesional y objetivo. Prepara las sesiones, realiza informes, enseña, lleva a cabo actividades…
La terapia psicológica tiene como objetivo ayudar a la persona a incrementar sus recursos para hacer frente a las dificultades de su vida, en ningún caso pretende prolongarse innecesariamente en el tiempo. Cuando el paciente ha adquirido dichos recursos las sesiones se irán espaciando en frecuencia hasta que el paciente es dado de alta. El hecho de que llegue un momento en el que dicha persona haya adquirido las habilidades y recursos necesarios para resolver y enfrentar sus dificultades de manera independiente, es uno de los indicadores de éxito en el proceso terapéutico.
Un buen psicólogo en ningún caso dirá lo qué tiene que hacer el paciente. La labor del psicólogo es ayudar a las personas a tomar mejores decisiones por sí mismas y descubrir qué desean o necesitan hacer para sentirse mejor en su día a día. No olvidemos que cada uno somos expertos en nuestra propia vida y que el psicólogo es un profesional objetivo que puede ayudarnos pero no juzgarnos, pues como persona él tampoco goza de un conocimiento absoluto sobre el bien o el mal.
Es frecuente que, ante una primera mejoría, se decida dejar de asistir a terapia. Habitualmente una primera mejoría no significa la resolución total del problema por el que se asiste. Es importante consensuar, si desde un punto de vista profesional, se han alcanzado los objetivos del tratamiento para evitar la necesidad de volver a terapia de manera continua e intermitente, lo cual disminuye su eficacia. Por supuesto, es la persona que asiste la que decidirá cuándo finalizar el proceso, pero resulta importante conocer el criterio profesional del terapeuta para poder decidir de un modo más eficaz.
Desde el inicio del proceso terapéutico se recogerá información sobre distintas áreas de la vida del paciente, desde la infancia hasta la actualidad. Esta información es necesaria para conocer a la persona, su historia de vida, las personas que han formado parte de ella, sus fortalezas y debilidades, sus recursos y su estilo de afrontamiento… Todo ello permitirá al psicólogo guiar el proceso terapéutico de un modo personalizado aumentando la eficacia del mismo. No olvidemos que de niños aprendemos cómo relacionarnos con los demás, cómo interpretar el mundo, cómo relacionarnos con nuestros pensamientos y emociones… e interiorizamos este modo de hacerlo. Muchos de los problemas por los que las personas acuden a consulta presentan la base de su origen en la infancia.
Una de las premisas indispensables que el psicólogo debe respetar es el no juzgar a la persona que tiene delante. Los psicólogos no son conocedores del bien o el mal y son muy conscientes de que cada persona ha vivido y experimentado situaciones muy diferentes que le han llevado a actuar, pensar, decidir y sentir conforme lo hacen en ese momento. Cada uno lleva su propia “mochila” con la que debe lidiar día tras día, y la labor del psicólogo es ayudar a la persona que lo solicita a vaciarla de cosas innecesarias y llevarla con mayor facilidad. El psicólogo podrá ofrecer su criterio profesional sobre aspectos clínicos, pero nunca juzgar cómo decide cada paciente vivir su vida.
Al contrario que en otro tipo de tratamientos, como puede ser el farmacológico, el tratamiento psicológico implica una actitud activa por parte del paciente, puesto que es conveniente aplicar lo aprendido en consulta en su vida cotidiana para conseguir alcanzar y generalizar la mejoría. Este es uno de los motivos por los que muchas personas no inician su proceso o lo concluyen prematuramente, no están preparados para enfrentarse a sus dificultades y ser ellos mismos los que trabajen en superarlas, y esto, es indispensable para poder mejorar y alcanzar los objetivos de tu proceso terapéutico.
El trabajo que se realiza en terapia es parte de un proceso. Si bien el paciente va adquiriendo recursos y habilidades que le permiten ir mejorando en el afrontamiento de sus dificultades, aparecen también momentos en los que esto no se consigue. Esto es normal en cualquier proceso de cambio y aprendizaje y no tiene por qué reflejar un empeoramiento de la problemática del paciente. Es importante que el paciente pueda conocer la existencia de estos altibajos durante su proceso para no experimentar emociones de decepción o rendición al vivirlos o sienta que todo lo que había avanzado se ha echado a perder.
Los psicofármacos ayudan a reducir o paliar los síntomas que algunas personas experimentan. Si bien su efecto es rápido y cómodo, no suelen solucionar el problema, que en muchas ocasiones, volverá a aparecer. Por el contrario, la terapia permite localizar el origen de los síntomas y tratarlos de raíz. Es frecuente que se prescriba mediación en un primer momento con el objetivo de ayudar a que dichos síntomas se reduzcan mientras es el propio paciente el que va aprendiendo a manejarlos en terapia. Posteriormente, cuando se han adquiridos los recursos necesarios para hacer frente a dicha sintomatología, la medicación puede irse retirando hasta dejar de tomarla por completo. Para ello, psicólogo y psiquiatra trabajan de manera conjunta y coordinada.
Es necesario aclarar que existen ciertas enfermedades mentales de mayor gravedad, como la psicosis o el trastorno bipolar, que necesitan de medicación permanente junto con la terapia psicológica.
Estos son solo algunos de los mitos más extendidos en nuestra sociedad respecto a la terapia psicológica. Esperamos que el exponerlos pueda ayudaros a superarlos o al menos cuestionarlos y a gozar de una mayor información y seguridad a la hora de decidir iniciar vuestro proceso. Por supuesto, podéis resolver como siempre cualquier duda a través de redes sociales, teléfono y correo electrónico. ¡Tener una mejor información nos ayuda a tomar mejores decisiones!