Como hemos visto en entradas anteriores, la autoestima se va creando a lo largo del desarrollo en función de los mensajes que recibimos, las experiencias que vivimos…
Por ello es importante conocer como padres, qué mensajes y conductas pueden favorecer el buen desarrollo de la autoestima de nuestro hijo y cuáles, por el contrario, podrían perjudicarlo aunque no sea esta nuestra intención.
Como sabemos que ellos son lo más importante para vosotros, os dejamos a continuación algunas recomendaciones que pueden favorecer el buen desarrollo de la autoestima en nuestros hijos.
No exijas demasiado
Como padres a veces exigimos demasiado a nuestros hijos o ponemos en ellos expectativas demasiado altas. Esto muchas veces se hace porque se piensa que favorece el que los niños aprendan a esforzarse y luchar por los objetivos que se marcan o que nosotros mismos les marcamos, pero ¿Qué pasa si esos objetivos no son realistas? Es muy probable que cuando nuestro hijo crezca no valore sus logros porque para él no serán suficientes, que sea muy autoexigente consigo mismo y se cree expectativas inalcanzables por las que luchará, llegando a la frustración, no por falta de capacidad o esfuerzo, sino porque el objetivo no era alcanzable. Además es probable que sienta la necesidad de demostrar a los demás continuamente su valía, igual que lo ha hecho de pequeño intentando alcanzar las expectativas que hemos proyectado en él e intentando contentarnos..
¿Cómo gestionarlo? Intenta que sea tu hijo el que marque sus objetivos y que éstos se ajusten a lo que en ese momento pueda alcanzar haciendo un pequeño esfuerzo. Refuérzale al alcanzarlo y valora sus logros, por pequeños que sean, intentando centrarte en su esfuerzo y no tanto en el resultado.
No compares
Esto es algo que podemos observar con mucha frecuencia. “¿Qué nota han sacado tus compañeros?” “Tu prima saca mucha mejor nota en matemáticas que tú” “Yo cuando tenía tu edad hacía esto mucho mejor” “A ver si aprendes de tu hermano, mira que responsable es”.
Es importante tener en cuenta que cada niño posee sus propios rasgos de personalidad, presenta distintas fortalezas y dificultades y vive su desarrollo de modo totalmente diferente. Si tendemos a comparar será algo que nuestro hijo interiorice y que haga él mismo cuando sea adolescente o adulto. Además hay que tener en cuenta que al comparar comparamos a nuestro hijo con las fortalezas de otras personas, con lo cual siempre “saldrá perdiendo”. Puede que su prima ciertamente obtenga mejores notas en matemáticas porque tiene una mejor aptitud para ello, pero puede que nuestro hijo sea mejor en naturales. ¿Por qué sólo le comparamos entonces en las matemáticas y no tenemos en cuenta el conjunto? Puede que su hermano sea más responsable pero quizá él es más colaborativo, más empático o más cariñoso, ¿por qué no destacamos estas fortalezas y reducimos la comparación únicamente a sus dificultades?
¿Cómo hacerlo? Hay que tener en cuenta que cada persona es única, si queremos destacar a nuestro hijo algún aspecto que sería bueno trabajar es mejor hablarlo con él, explicarle la importancia de trabajar sobre ello, plantearnos pequeños objetivos para hacerlo, acompañarle en ese proceso y reforzar su compromiso con esa tarea y la consecución de los objetivos, sin comparaciones. Si por ejemplo queremos conseguir que nuestro hijo sea más responsable, podemos hablar con él sobre la importancia de la responsabilidad y darle alguna tarea de la que responsabilizarse con la que se comprometa. Igualmente debemos explicarle en forma de conductas concretas qué conductas son responsables y cuando las lleve a cabo reforzarlas.
Valida sus emociones
Acabas de comprar un helado a tu hijo de 4 años y se le cae al suelo, tu hijo al verlo llora desconsoladamente y, como intento de ayudarle en su tristeza le decimos “no te preocupes, no pasa nada”. Tu hijo adolescente ha discutido con sus amigos porque no le han prestado algo, está compartiéndolo contigo e intentando consolarle le dices “¿Por eso os habéis enfadado? Vaya tontería”
Estos mensajes son muy frecuentes en las relaciones entre padre e hijos, ya que como padres tendemos a juzgar desde nuestro punto de vista adulto, las experiencias y emociones de nuestros hijos pero, ¿acaso no es una situación muy triste que se te caiga un helado cuando tienes 4 años o discutir con tus amigos siendo adolescente? Evidentemente, como adultos, esto no tiene importancia para nosotros, sabemos que podemos comprar otro helado y que los conflictos en la adolescencia en el grupo de amigos son frecuentes y suelen solucionarse rápidamente en la mayoría de las ocasiones. Aún así, nuestros hijos no son adultos y ellos están viviendo y sufriendo esas experiencia bajo su punto de vista.
¿Qué hacer entonces? Valida sus emociones, escucha lo que tiene que compartir contigo, cómo se siente, simplemente escucha y acompáñale en sus emociones. Así conseguiremos crear un espacio de confianza en el que sienta que puede expresar lo que siente de un modo seguro, que sus cosas también son importantes y que no es malo sentir las emociones como las siente.
Si no lo hacemos de este modo, cuando nuestro hijo sea adulto y le pregunten qué le pasa, tenderá a decir “nada” ya que le hemos enseñado que cuando pasa algo importante para él, realmente “no pasa nada”. Tendrá muchas dificultades en expresar sus emociones pues sentirá que no son importantes, son una tontería…y esto es algo que hace que dejemos de lado cómo nos sentimos, pensamos o qué necesitamos y le demos más importancia a qué necesitan o sienten los demás, olvidándonos de nosotros y de nuestro cuidado.
Deja que decida y permite que se equivoque
Como padres nos cuesta mucho dejar que nuestros hijos se equivoquen. Nosotros tenemos más experiencia y hay ciertas cosas que “sabemos” con bastante seguridad que no saldrán bien. En un intento de evitar esas situaciones a nuestros hijos les advertimos e incluso decidimos por ellos. Por ejemplo, esta situación puede darse cuando nuestro hijo realiza tareas del colegio. Viene, nos pregunta, le decimos que lo haga como él crea que está bien, lo revisamos, no nos gusta o consideramos que se ha equivocado y hacemos que lo cambie y lo haga a nuestra manera, ¿Qué le estoy enseñando? Primero que sus decisiones no son buenas, con lo cual nuestro hijo desarrollará una gran inseguridad a la hora de decidir por sí mismo, ya sea algo que comprar, qué trabajo escoger… y además le enseñamos a depender de la opinión de los demás, a necesitar reafirmar su decisión en otra persona, en busca de esa seguridad, lo cual a largo plazo, trasladado por ejemplo a una situación de pareja, es algo que puede resultar muy perjudicial.
¿Cómo hacerlo? Deja que tu hijo decida y deja que se equivoque. Si te pregunta cómo está mejor, devuelve esa responsabilidad, “¿Tú cómo lo ves mejor? Hazlo como a ti te parezca mejor, seguro que está bien y si no lo está no pasa nada, aprenderemos algo nuevo y podrás mejorarlo”. Intenta transmitirle que cometer un error no es malo, sino que es el modo en el que aprendemos, incluso puedes compartir con él errores de tu día a día e intentar extraer juntos qué has aprendido de ello. Por ejemplo, “Hoy he olvidado las llaves en casa porque no las dejé donde siempre, así que he aprendido que es mejor dejarlas siempre en el mismo sitio para que no se me olviden”. Los adultos también nos equivocamos, el normalizarlo ayudará a nuestro hijo a no castigarse por ello y enfocarse en el aprendizaje y la solución de esos errores.
Destaca sus virtudes y acompáñale en la mejora de sus dificultades
Como padres queremos que nuestros hijos vayan aprendiendo cosas que les hagan “ser mejores”. Por ello, a veces cometemos el error de puntualizar esas cosas que necesitan mejorar y no valorar lo que ya hacen bien, pues eso no necesita mejora. Si nuestro hijo recoge siempre los juguetes pero no su habitación es frecuente decir: “Eres un desordenado, no recoges (nunca) tu habitación”. Este mensaje de manera repetida y en diversas situaciones podría dañar mucho la autoestima de nuestro hijo, ¿Realmente es un desordenado, o ha tenido una conducta de desorden? Si él como persona fuera desordenado, tampoco recogería los juguetes. Tendemos a generalizar estas conductas y atribuirlas a rasgos de personalidad. Esto, junto con el hecho de que se nos olvida reforzar lo positivo, genera en nuestro hijo el desarrollo de un modo de atribución interno para las cosas negativas, por lo que de adulto él mismo se atribuirá rasgos de personalidad negativos basándose en una única conducta y no sabrá valorar sus conductas positivas, lo cual dará pie al desarrollo y mantenimiento de una baja autoestima.
¿Cómo hacerlo? Al igual que puntualizamos las cosas negativas, intenta puntualizar las positivas y hacerle saber que las valoras, atribuyéndoselas a su persona. “ERES muy responsable, cuando juegas recoges los juguetes y eso me ayuda mucho”. Si necesitas decir algo a mejorar intenta no atribuirlo a su personalidad sino a una conducta concreta y acompañarlo de algo positivo también “Eres muy responsable, cuando juegas recoges los juguetes. También es importante mantener la habitación ordenada para poder encontrar tus cosas cuando las necesites. Estoy segura de que también lo vas a hacer muy bien, ve a recogerla y si necesitas ayuda puedes decírmelo”.
Estas son algunas de las recomendaciones que podemos seguir para reforzar la autoestima de nuestros hijos, aunque sabemos que es complicado a veces llevarlas a cabo en el contexto del estrés diario y las rutinas a veces tan exigentes que solemos vivir. No obstante merece la pena el esfuerzo, ya que como hemos visto en entradas anteriores, la autoestima influye de manera importante en cómo nos relacionamos con los demás, con el mundo y con nosotros mismos. Además en clínica se observa alrededor del 90% de las personas que acuden por problemas de ansiedad, depresión, con la comida, ansiedad social, trastornos de la personalidad… además no gozan de una buena autoestima debido a que durante su infancia han vivido situaciones o recibido mensajes que no han favorecido que aprendieran a valorarse, cuidarse, permitirse equivocarse…
Como siempre sabéis que si necesitáis resolver cualquier duda acerca de cómo gestionar alguna situación concreta porque consideráis que pudiera estar afectando negativamente a la autoestima de vuestro hijo, ¡podéis contactar con nosotros a través de la web, teléfono o redes sociales!
*Se ha hecho uso del masculino en la redacción de la entrada únicamente por una cuestión de comodidad en la escritura, no obstante el contenido se refiere tanto a hijos como hijas.